Este mes se estrena “Renfield”, una nueva versión de la novela Drácula de Bram
Stoker, pero vista desde la perspectiva de su ayudante, un paciente de un
manicomio aficionado a comer moscas y que se mostró servil con el vampiro. Esta
película está narrada en tono de comedia y protagonizada por Nicholas Hoult
como Renfield y Nicolas Cage en el papel de un Drácula histriónico (que no
histórico), como suelen ser casi todos sus papeles últimamente.
Así que vamos a dedicar este mes primaveral al señor de la oscuridad, el amo de
la noche, y no, no hablo de Batman, sino del otro murciélago que también puede
(o podía) convertirse en murciélago en algunas de sus películas. Drácula es una
novela escrita por el novelista irlandés Abraham Stoker, conocido como Bram,
siendo su novela más conocida de este autor, todo un mito de la literatura y la
creación de un clásico personaje de terror más simbólico de todos. Esta novela
fue elogiada por Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, fue
traducida a más de 50 idiomas y vendido unos 12 millones de copias en toda su
historia. No está mal para un tío al que le repelen los ajos.
Se dice que la inspiración para este personaje viene de un príncipe de
Valaquia, territorio rumano llamado así hasta mediados del siglo XIX. Dicho
príncipe era conocido como Vlad el Empalador o Vlad Tepes, en rumano Vlad
Draculea, hijo del príncipe Vlad II Dracul de Valaquia. Ya sabemos de dónde
procede el nombre. También se cuenta que saqueaba aldeas sajonas por un lío con
Hungría y sus aliados, y ordenaba que empalaran a sus prisioneros, vamos que
les metían una estaca por determinada parte justo debajo de la espalda.
Aunque la historia de Drácula no tiene nada que ver con la vida de Vlad,
diversos aspectos del personaje real fueron relevantes para la creación del
ficticio. La novela está escrita en forma epistolar, quiere esto decir que todo
lo que se cuenta en la novela está escrito en forma de cartas que unos
personajes envían o relatan a otros, o también en fragmentos de diarios
personales. Más o menos esto sería la introducción, ahora vamos a meternos en
el cine con la estaca y la cruz para ver cuántos Dráculas han pasado por la
pantalla.
Puede que la primera referencia cinematográfica sobre el rey de los vampiros
sea Drácula's death, una producción húngara de cine mudo rodada en los años 20,
en la que una joven visita un manicomio donde encuentra a un paciente que dice
ser el mismo Drácula, y a partir de entonces tendrá visiones de pesadilla, y
después pasamos a todo un clásico, el Nosferatu de Murnau, uno de esos filmes
de los que todos hemos visto algún plano simbólico como este, y que cuenta la
misma historia, pero cambiando el nombre del vampiro por el tema de los
derechos de autor y creando, sin ser consciente de ello, otro mito del terror,
al final tan alabado o más que el propio Drácula, sobre todo por su estética
expresionista y por el aspecto del vampiro, más aterrador si cabe. Años
después, el alemán Werner Herzog realizaría un remake con Klaus Kinski de
protagonista, y en el año 2000 se estrenó La sombra del vampiro, la historia
sobre el rodaje de la película original y el misterio que planeaba sobre Max
Schreck, protagonista del filme, del que no se sabía si era un actor o un
vampiro real.
Posteriormente a este Nosferatu llegó el Drácula de Tod Browning, realizada por
la Universal y con el actor Bela Lugosi como uno de los Dráculas más
inolvidables en la historia del cine. Se comenta que a su muerte lo enterraron
con el traje del vampiro que usó en la película.
Después tenemos varias películas más como la versión latina del Drácula de
Browning, rodada en los mismos estudios cuando acababa la jornada de rodaje de
la anterior, hecha con actores hispanos para el público estadounidense de habla
hispana, aunque parece que el experimento no tuvo mucho éxito, porque no se
repitió con ninguna otra película. Más films fueron El hijo de Drácula con Lon
Chaney Jr, interpretando a un personaje llamado Alucard (oh, qué original), La
mansión de Drácula, en la que añadieron al hombre lobo y el monstruo de
Frankenstein, y de ahí pasamos a otro Drácula clásico, el de Terence Fisher,
primero de una serie que protagonizó Christopher Lee (el Saruman de El señor de
los anillos, para los más jovencitos), un veterano de la Hammer y que continuó
con el personaje en otras ocho películas con títulos como Drácula, principe de
las tinieblas, Drácula vuelve de la tumba, El poder de la sangre de Drácula,
Drácula e hijo, etc. Incluso una rareza titulada El conde Drácula, producida
por la República Federal Alemana cuando el muro de Berlín seguía en pie y
dirigida nada menos que por el excéntrico director español Jesús Franco.
Podemos añadir más rarezas a esta lista, porque cuando el Drácula original ya
está más que visto, hay que seguir dándole cancha al mito de otra forma, y es
metiéndolo en todo tipo de frikadas, como La saga de los Drácula, de León
Klimovsky, con un reparto de espanto, pero no por que dé miedo, sino por
nombres como Tina Sáinz, Tony Isbert, Helga Liné y María Kosty, más propios de
una comedia ochentera y, eso sí, con el gran Narciso Ibáñez Menta, padre de
Chicho Ibáñez Serrador, el del 1, 2, 3, haciendo de vampiro.
Hay también un clásico del blaxploitation,
género de géneros interpretado por actores afroamericanos, en este caso Drácula
negro, titulado originalmente Blácula (por lo de black), con un príncipe
africano convertido en vampiro por el Drácula original.
Y seguimos con curiosidades, una película de animación titulada Mad mad mad
monsters, dirigida por Jules Bass y Arthur Rankin Jr, (de quienes tenéis que
ver una maravilla titulada El vuelo de los dragones), en la que los monstruos
clásicos de la Universal se reúnen para acudir a la boda del monstruo de
Frankenstein con su novia, un viernes 13 a medianoche, Son of Drácula, una
delirante historia en la que el hijo del conde Drácula es nombrado Rey de los
Infiernos por el mago Merlín y compite por este título contra el barón
Frankenstein y que, atención, está encabezada en el reparto por Harry Nilsson
(sí, el intérprete de Everybody's Talkin y Whitout you) y Ringo Starr (sí, el
batería de los Beatles); Las pícaras aventuras de Drácula, comedia italiana con
Lando Buzzanca en la que el dueño de una fábrica de dentífricos (WTF) viaja a
Rumanía por negocios, donde un tal conde Dragulescu lo vampiriza; Tiempos duros
para Drácula, coproducción entre España y Argentina en la que Drácula está
pasando por problemas económicos y de salud, y su castillo queda abierto al
público para que lo visiten, pero quitándole la calidad de vida y el sueño que
tenía antes. Pero si queréis curiosidad mirad esto, ¡Billy el niño contra
Drácula!
Todavía no hemos terminado. El famoso luchador mexicano Santo, el enmascarado
de plata también se enfrentó con el legendario vampiro viajando a través del
tiempo en la película Santo en el tesoro de Drácula; la musa del destape Susana
Estrada protagonizó El jovencito Drácula interpretando a la bisnieta de
Jonathan Harker, que visitó al vampiro en su castillo, y hereda la propiedad
del conde, aunque éste pretendía dejársela a su propio bisnieto, Jonatan
Drácula, que está escribiendo una tesis llamada, atención, “Semántica del
vampirismo dentro de la articulación fantasmática del azar”.
Y aquí volvemos a otro Drácula con fundamento y pretensiones como fue el
dirigido por John Badham, realizador de grandes títulos como El trueno azul,
Colegas a la fuerza, Fiebre del sábado noche, Cortocircuito, Dos pájaros a tiro
o una de mis favoritas, Juegos de guerra. Esta vez el Drácula fue interpretado
por el inquietante Frank Langella, secundado por el gran Laurence Olivier como
el cazador de vampiros Van Helsing, y fue toda una superproducción con buena
banda sonora y gran dirección, aunque no sé por qué en el tráiler se oyen
aullidos de lobo, que yo sepa no aparece ninguno en toda la película, pero en
fin.
Antes de llegar al mejor Drácula que se ha filmado, según muchos, comentar que
hubo una miniserie de animación titulada Don Drácula, con un conde, su hija
Chócola y su ayudante Igor, perseguidos por el profesor Helsing, que quiere
acabar con él, pero cada vez que se pone nervioso le dan ganas de hacer pipí. Y
después de este alivio cómico, ahora sí, vamos con el grande, que para mí fue
bastante aburrido, qué queréis que os diga, pero sé reconocer una obra maestra.
El Drácula de Bran Stoker que dirigió Francis Ford Coppola, con un Gary Oldman
interpretando al Drácula más terrorífico de la historia, acompañado por otros
grandes como Keanu Reeves, Wynona Ryder y Anthony Hopkins, todo un lujo de
película que se llevó 3 Oscars técnicos, aunque Oldman debió llevarse el de
mejor actor, pero ni estuvo nominado, llevándose la estatuilla Al Pacino por
Esencia de mujer. Es la mejor adaptación que se haya hecho hasta la fecha del
personaje.
Y para terminar, una miscelánea de películas sobre Drácula de lo más
variopinto, como las versiones cómicas de Mel Brooks Drácula, un muerto muy
contento y feliz, con el inefable Leslie Nielsen vampirizado o Brácula,
Condemor II, con Chiquito de la Calzada y sus “te das cuen”, “pecador de la
pradera” y demás clásicos; Drácula 2000, con un rey de los vampiros actualizado
en el siglo XXI, Kller Barbys vs. Drácula, otra psicotronía de Jesús Franco, en
la que la líder de un grupo musical despierta al vampiro que se encuentra
expuesto en una campaña publicitaria de Transilvania, para ligar con él, pero
al final tendrá que ser cazado por el Van Helsing de turno; Batman contra
Drácula, película de animación que enfrenta a los dos murciélagos, el señor de
la noche y el otro señor de la noche en una batalla a muerte; Dear Drácula, en
la que un niño escribe una carta a Drácula para pedirle un deseo como a Papá
Noel, porque quiere convertirse en vampiro, y mira por donde, recibe respuesta.
Y para finalizar dos títulos más con los que cerramos este repaso por la vida
del conde más sangriento de la historia. Hotel Transilvania, franquicia en la
que el gran líder vampírico construye un hotel para los monstruos del mundo que
son perseguidos por los humanos para destruirlos, y allí verá como un joven
humano pretende relacionarse con su hija, lo que le pone de mala leche, y como
última opción, Drácula, la leyenda jamás contada, película de un ciclo que
pretende actualizar los monstruos clásicos del terror y al que pertenecen otros
títulos como La momia con Tom Cruise, El hombre invisible o Yo, Frankenstein, y
en la que se cuenta la historia “original” de Vlad Tepes, el príncipe rumano
que se convirtió en vampiro después de luchar contra muchos enemigos en
batallas multitudinarias.
Y después de chupar tanta sangre ya podemos ir al hospital a donar un poco, que
hace falta. El próximo mes, si nada lo impide, repasaremos la filmografía del
director Walter Hill, fusionando así nuestro Cookies on Cookies con La Senda de Martin Köenig. Hasta el mes que
viene, ya en mitad de la primavera con la sangre alterada, pero no por los
mordiscos de Drácula.