sábado, 6 de septiembre de 2025

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HABLEMOS DE CERVANTES

Estimadas mercedes, sed bienvenidos y bienvenidas a este humilde rincón de la cultura llamado “galletas en la red”, que me imagino será la traducción en español de su nombre en inglés. Desconozco a qué tipo de galletas se refiere y dónde se hallará esa red que tanto se señala. Quizá sea una red de pesca, pero no sé si hay algún tipo de galletas marinas que puedan atraparse con dicha red. De todas maneras, gentiles damas y caballeros, inicia aquí el nuevo artículo de esta gloriosa página sobre esa modernidad llamada “cine”, en la que aventuras de todo tipo, incluidas las de quien esto escribe, han reflejado el valor y osadía de numerosos caballeros andantes. Pero centrémonos en lo que importa, que no es sino aquello que rima con “andantes”, y es el nombre de “Cervantes”. Maese Miguel de Cervantes Saavedra, un afamado novelista, además de poeta, dramaturgo y soldado, es el protagonista de esta sección literaria.

Convertido el autor de mis andanzas en uno de los más incólumes representantes de la novela española en el siglo XVII, gracias a sus narraciones, especialmente las de un servidor de ustedes, comienzo aquí el desglose de todas aquellas obras que a bien ha tenido el séptimo arte de llevar a cabo, en su mayor parte sobre mi estilizada figura y mis añoradas locuras de mediana edad. Es sabido que este mes tras las vacaciones estivales, las pantallas de esos cines tan modernos proyectarán una película conocida como El cautivo, de un tal Alejandro Amenábar. Alejandro habría sido también un buen nombre para mi querido Sancho, escudero que me acompañó en mis aventuras derrotando gigantes junto a mi buen amigo cuadrúpedo Rocinante. No voy a describir la amplia y rica biografía de mi autor, solamente reseñaros las numerosas veces en que mi obra magna fue llevada al cine, como segundo libro más leído en toda la historia de esta bola flotante que llamamos Tierra, justo después de la sagrada Biblia.

Por cierto, disculpad mi atrevimiento al usurpar el puesto del autor habitual de esta sección, pero no podía dejar que hablase de mí nadie que no sea yo mismo. ¿Quién sino conocerá mejor mi historia? Por ello secuestré, sin malévola intención, al Monstruo de las Cookies, como él se hace llamar, y lo encerré en uno de los molinos que tiempo ha confundí con gigantes. No es el primer monstruo al que me he enfrentado, pero tal vez sea el último.

Paso a continuación a reseñaros esas obras visuales junto a algunas otras obras de menor importancia que han seguido tras de mí como surgidas de la misma imaginación que me preñó y me parió sobre estas áridas tierras que sigo recorriendo en la imaginación de millones de personas. Y como seguimos cabalgando, acompañadnos a mí y a Sancho por todas estas andanzas de celuloide. Vamos pues, queridos galleteros, subid a vuestras monturas y vivamos una última aventura junto al más famoso y diligente caballero que, lanza en ristre, enriqueció grandemente la literatura de mi época.

Aún estoy asombrado por escribir esto 470 años tras mi creación como personaje literario. ¡Cuatro siglos, nada menos! Una de las primeras adaptaciones de mi historia sucedió a principios del siglo XX, cuando el cine mudo reinaba en las pantallas. Aún así, lograron representar muy bien mi figura de hidalgo lector de novelas caballerescas que terminó tratando de emularlas confundiendo molinos con gigantes y lanzándose a la misión de rescatar a doncellas oprimidas y castigar a los pérfidos traidores. En esa película me conocían como Don Quichotte.

En 1926 llegó otra de esas adaptaciones, nada menos que de la fría y lejana tierra de Dinamarca, contando mismamente mis recorridos por la campiña española combatiendo truhanes junto a mi fiel escudero y buscando el amor de la bella Dulcinea. Fue titulada como mi novela, Don Quijote de la Mancha, sin la parte del “ingenioso hidalgo”.

Un año después llegó otra historia del gran Cervantes, titulada La ilustre fregona, una comedia sobre un noble trotamundos llamado Tomás, un joven que se enamoró de una hermosa criada que trabajaba en un mesón llamado Del Sevillano. Y en este compendio de escenas podréis observar parte de esa creación.



Otro Don Quijote fuérase realizado en Francia, en forma de musical y en tres versiones, hablando en francés, inglés y alemán. Lástima que esas obras fueron maltratadas y hoy en día solo persisten dos en mal estado de conservación. Pero no os apuréis, mis queridos lectores y lectoras, porque yo seguí recorriendo los cines en más aventuras, como en la cómica y breve adaptación de mis historias realizada en Estados Unidos, allá por 1934. Otra de las obras de Cervantes también vio la luz. Llamábase La gitanilla, y rodose en el año 40 del siglo pasado. En esa dramática historia un hombre, enamorado de una gitana, hácese pasar por alguien de su raza bajo el nombre de Andrés Caballero, con el fin de poner a prueba la sinceridad de sus declaraciones amorosas.

Yo seguí aventurándome por esas pantallas, nuevamente bajo el título de Don Quijote de la Mancha. Cuanto más lo pronuncio más épico me resulta. E igualmente vuelvo a ser el loco caballero que abandona su aldea en busca de conquista, mientras mis conocidos intentan hacerme volver a casa y entrar en razón después de mis desgraciadas peripecias, pero no saben que la mayor razón es la sinrazón que a todos nos invade.



Una vez pasó la primera mitad del siglo pasado, aventuráronse los soviéticos a realizar una película sobre mis reconocidas hazañas, bajo el mismo nombre de Don Quijote, pero esta vez añadiendo un matiz propio de esas frías tierras, la lucha de clases, que en todas partes ha de estar presente para desgracia de los más humildes. Una versión más corta conocida como mediometraje que titulose Aventuras de Don Quijote, iba a ser la primera de seis partes que no terminaron de realizarse en su totalidad, narrando únicamente las primeras páginas de mi gloriosa biografía.

Hasta los yugoslavos atreviéronse con una filmación animada de mi historia en otro cortometraje también llamado Don Quijote, en su idioma Don Kihot, pero en un formato experimental que convirtiome en un ser mecanizado para luchar contra una civilización tecnológica que pretendía destruir la individualidad del ser humano, extrañas palabras que no entiendo en mi retórica cervantina.

Y para la siguiente proyección os dejo, mis buenos lectores, unas imágenes de Dulcinea, la historia de mi última carta dirigida al amor que valiome la vida buscar, y fue llegada por mi escudero a manos de la doncella Aldonza, quien conmovida llegó hasta mi lecho de muerte, y allí cumplió mi deseo de continuar mis andanzas, aunque llegáronme al más allá confesiones de que a pesar de su reparto de amor y caridad entre los pobres, fue perseguida como bruja por la endemoniada Inquisición española, que de santa nada tenía.



Llámase Don Chisciotte e Sancio Panza otra adaptación sobre mí y mi camarada, ambos cabalgando, yo sobre Rocinante y Sancho sobre su asno rucio, esta vez rodada en Italia y en tono de comedia. Pero además de sobre mi escuchimizada persona, Cervantes también escribió algunas otras obras que voy desgranando para solaz de los que disfruten con estas palabras, como fue El curioso impertinente, actualizada para el cine bajo el título de Un diablo bajo la almohada, y contando la historia de un hombre celoso de su mujer, aunque esta no diese señal ninguna de su infidelidad, así que la pone a prueba invitando a un amigo a que intente seducirla y vigilarla mientras tanto.

Igualmente curiosa es la versión de esa monumental empresa llamada Disney, que transformose en un vaquero llamado Don Quijote del Oeste, que junto con su peón y una vaca como todo ganado, atraviesa un desierto en búsqueda de dinero con el que pagar la hipoteca de su casa, imaginándose indios con los que batallar.

Pero si hubiese de nombrar una adaptación de mi obra favorita, tal vez fuese El hombre de la mancha, una hermosa fábula sobre la leyenda que pesa en mi espalda, llena de canciones y con dos afamados actores llamados Peter O'Toole y Sophía Loren, en la que se cuenta cómo mi autor permanece encarcelado por la odiosa Inquisición, acusándole falsamente de ofender los principios eclesiásticos con mi historia, y sus compañeros de celda intentarán robarle su magna obra. Esta canción llamada The impossible dream es todo un delirio de belleza que me hubiese gustado haber oído personalmente, tres siglos después de mi nacimiento literario.



Y siguió contándose mi historia en las grandes pantallas, con el actor que tal vez mejor me representase, un español llamado Fernando Fernán-Gómez, que junto a otro gran actor y cómico conocido como Cantinflas, interpretaron dignos papeles en la obra visual Don Quijote cabalga de nuevo. Igualmente hermosa fue la adaptación australiana Don Quixote, en formato de ballet teatral rodado para el cine, con música de orquesta y la presencia del ilustre bailarín Rudolf Nureyev, tan ligero y saltarín como el caballero que esto escribe.

Una nueva adaptación de La ilustre fregona, también de mi autor y ya nombrada antes, grabose en los años 70 del siglo XX, en la que dos jóvenes de familia noble engañan a sus padres asegurándoles que irán a estudiar a la Universidad de Salamanca, para en realidad dedicarse a la búsqueda de aventuras en los bajos fondos.

Y me detengo aquí para dirigirme a los niños, el futuro de nuestras generaciones, que también aprendieron sobre mi vida y milagros en una serie de dibujos tan divertida como recordada, llamada como no podía ser de otra forma, Don Quijote de la Mancha, y con una canción inicial que muchos recordarán. Yo no, obvia es la razón.



Fijaros, queridos lectores, que hasta en lejano oriente adaptáronme a una serie de animación, titulada Don Quijote y los cuentos de La Mancha, contando cómo mi amor por Dulcinea es aprovechado por el truhan de su padre para involucrarme en planes de robo y estafa, pero son planes que nunca salen bien, como sucede con mis fallidas andanzas por tierras castellanas. Asimismo, una adaptación teatral en formato de cine, de mi recorrido vital, se convierte en una introspección a mi propia mente, que divaga entre melancolías, aventuras, ilusiones y utopías.

Descansando un momento de mi persona, también se puede disfrutar otra historia del llamado “manco de Lepanto”, aunque en realidad conservaba sus dos manos, titulada La tía fingida, e inclusa, o incluida, en una miniserie española titulada Las pícaras. En ella, una mujer y su falsa sobrina llegan a Salamanca fingiendo ser damas de la nobleza, con el fin de conquistar al hijo de un rico aristócrata de la ciudad. Perversas mujeres.

Y de estas pícaras pasamos a una extraña versión de mi figura, tan extraña como las alucinaciones que invadían mis pensamientos de caballero andante. Monseñor Quijote fue una película de los llamados Estados Unidos, en la que el novelista que escribió la historia luego adaptada al cine, conviérteme en un párroco de un pueblo, a mi escudero Sancho en un alcalde comunista, y a Rocinante en un caballo de hierro con cuatro ruedas en lugar de patas, llamado Seat 600. ¡Válgame el Señor, qué desfachatez! Aún así, esos personajes recorrerán el camino del Toboso al igual que un servidor, desfaciendo entuertos.

Y volvemos a ese género tan bonito y colorido de la animación para niños, en otra serie llamada Las aventuras de Don Coyote y Sancho Panda, en la que tanto yo como mi escudero somos convertidos en dos animales que recorremos el mundo luchado por la verdad y la justicia. Ved aquí la divertida introducción de esa serie.



Otra miniserie, esta vez muy digna adaptación, protagonizada por actores de renombre a principios de los años noventa, fue El Quijote de Miguel de Cervantes, en la que brillaba yo con luz propia encarnado en el cuerpo de Fernando Rey, y mi escudero hacía lo propio bajo la piel de Alfredo Landa. Y como siempre, contábase una vez más las locuras que surgieron de mi trastorno al impregnarme con la lectura de los libros de caballería, intentando ayudar a los desamparados a pesar de sufrir el escarnio y mofa de muchos de ellos.

Y si de locuras hablamos, no hay mayor locura que unir en la dirección de una película a dos directores tan dispares, por lo que he leído en libros modernos, como Orson Welles y Jesús Franco, ambos juntos para realizar Don Quijote de Orson Welles. En ese film, el director americano llévame por toda España visitando fiestas como los Sanfermines, moros y cristianos o la Semana Santa. Jesús Franco limitose a montar la película con las instrucciones que dejó Orson Welles antes de fallecer sin haber visto el resultado de su trabajo en la pantalla.

Mi historia volvió a contarse por enésima vez, y aún quedan más, en otra película norteamericana, titulada también Don Quijote, de gran presupuesto económico, con actores llamados John Lithgow y Bob Hoskins interpretándonos a nosotros dos, y por otro lado, en El caballero Don Quijote, será el actor español Juan Luis Galiardo junto a Carlos Iglesias quienes harán el papel de caballero y escudero, pero esta vez tiempo después de nuestras conocidas aventuras, con un Quijote ya envejecido y su anticuada armadura en busca de alguien llamado El turco, que recorre la costa del Mediterráneo con una poderosa armada, y probablemente con intenciones malévolas. Curiosamente, en esta escena mi buen Sancho me habla sobre el libro que cuenta mis primeras peripecias.



Mi historia fue llevada incluso hasta el mundo de la ópera, en la representación filmada del Don Quichotte escrito por Jules Massenet, en un montaje propuesto para la Ópera de París. Tan grande fue mi impacto en la sociedad. Volviendo al terreno infantil, en una película llamada Los Lunnis y su amigo Don Quijote, protagonizada por muñecos conocidos como “marionetas”, aunque para marionetas, aquellas que manejadas por estamentos superiores, viven hipnotizados sin ver la realidad de sus miserias. En esta historia Don Miguel de Cervantes viaja a un curioso país llamado Luna Lunera, donde habitan estos personajes, y a quienes cuenta mi historia.

Larga se me está haciendo esta senda, amigos y amigas, pero aún quédame camino por recorrer, y no pararé hasta el final, que nunca se diga que Don Quijote rindiose antes de tiempo. Prefiero volver a fallecer que enfrentarme al fracaso. La película experimental Honor de caballería es otro invento que cuenta mi historia con actores amateurs, pocos dineros y un alto ejercicio de austeridad.

Llegando a un nuevo tráiler de esos, vemos en Las locuras de Don Quijote un documental que mezcla ficción y realidad buscando paralelismos y diferencias entre mi novela y la vida real de mi autor. Este es un fragmento en el que dos bellas damas me dedican una hermosa canción, sin saber que mi amor es esclavo de la simpar Dulcinea.



En otro film de animación llamado Donkey Xote, el protagonista de la historia es el buen amigo de Sancho, su burro rucio, que narra nuestras aventuras, esta vez desde su propia perspectiva, y nos enfrenta en duelo con alguien al que llaman El caballero de la luna, el cuál, si logramos vencer, nos revelará la auténtica identidad de mi amada Dulcinea del Toboso.

Las aventuras de Don Quijote es otra película animada, que esta vez narra la historia de un ratón que vive con su familia en la propia casa de Don Miguel de Cervantes, y que cada noche cuenta a sus hijos las correrías que en mi libro se narran, convirtiendo cada aventura en toda una fábula. En Don Quixote vuelven a contar mis andanzas nada menos que desde China, ya lo habían hecho desde Japón, así que tengo el campo oriental bastante cubierto. Y esa misma historia nárrese también en un formato hecho con muñecos de plastilina y con una para mí asombrosa técnica llamada de stop-motion, consistente en mover los muñecos y fotografiarlos en cada movimiento para después reproducirlos en secuencia y simular que se mueven solos, paréceme toda una hazaña de animación, dado el arduo trabajo que conlleva. Este medio metraje llámase asimismo El Quijote.

Entre las obras que mi creador consideró oportuno llevar a cabo, se encuentran doce novelas cortas conocidas como las Novelas Ejemplares, que abordan la moralidad y la didáctica a través de divertidas narrativas, como esta adaptación de La española inglesa, narrada por el propio Cervantes, contando la historia de una bella española, raptada por un matrimonio inglés durante una batalla que posteriormente enamórase del apuesto hijo de ese matrimonio de la nobleza, y aunque su intención es permanecer juntos, todo su entorno póndrase en su contra para evitarlo. Esta adaptación fue, además, un homenaje que conmemoró los 400 años tras la muerte del autor.

Y tras esta retahíla de títulos, terminamos este recorrido con dos obras más, la primera de ellas con tráiler incluido. El hombre que mató a Don Quijote es una locura escrita por Terry Gilliam, quien fuera tiempo atrás miembro de un grupo humorístico, casi tan chiflado como un servidor, en la que un director de cine se ve envuelto en los delirios de un viejo zapatero que se cree el mismísimo hidalgo de La Mancha, viviendo junto a él cómicas y surrealistas aventuras.



Y la segunda obra que deseo reseñar es una recopilación de entremeses teatrales adaptados al cine bajo el título de Cervantina, que reúne en la misma película varias novelas ejemplares y fragmentos de piezas poco conocidas de Don Miguel, como fueron Los trabajos de Persiles y Sigismunda, La Galatea o la narrativa en verso Viaje del Parnaso.

Terminan aquí, estimados lectores, las locuras sobre mí, el ingenioso hidalgo de la Mancha y el resto de obras adaptadas del gran Cervantes. Agradezco a quien me hayáis acompañado hasta el final de este tortuoso camino. El mes que viene, si nada lo impide, el autor habitual de esta sección os embarcará en otra locura de cuerpos deformados y alterados en películas de terror, porque hablaréis de body horror, también conocido como el horror corporal. Cosas de la imaginación mas desatada que ni aún mi magnífico autor habría sido capaz de crear en aquellos tiempos. Vuelvo a mi época, desde donde seguiré viviendo aventuras, más allá de las que escribió mi creador. Sed felices, vuesas mercedes.

Don Quijote de la Mancha.

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